miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pregunta sobre el instinto

Tengo una pregunta reflexiva para hacer:

¿El humano tiene instinto natural pero con la cabeza, los pensamientos, se aleja de él o con los pensamientos y el uso de los mismos, crea su instinto?

Yo pienso que el instinto está y que es el correcto pero con los pensamientos solemos errarle y por eso nos tenemos que modificar día a día, reprogramarnos. Pero, a su vez, los pensamientos nos ayudan a arreglar esos pensamientos que tenemos mal. Por ende, ahí entra el juego y el "castigo" por tener esa habilidad lógica. Instintivamente, tenemos que saber dónde aplicarla y dónde desaplicarla. El problema es cuando el pensamiento se cree mejor y le gana al instinto.

martes, 22 de octubre de 2013

Me hacen feliz

Siento esas ganas enormes de escribir. Ese impulso loco que me domina y hace que mis dedos se muevan al compás de todo lo que mi cabeza piensa pero con una peculiaridad muy grande y es que no solo pienso, también siento.
Llegué a una etapa de mi vida en donde los sentimientos se vuelven pensamientos y no así al revés. Llegué a esa etapa dónde uno quiere estar para avanzar sin detenerse. Es ese momento exacto en el que te ideás las cosas por el simple hecho de que te hace bien y tenés la corazonada de hacerlas posibles.

¿Qué nos hace pensar que podemos?

Supongo que la compañía ahí tiene un poder enorme. La capacidad que tiene el resto de empujarnos tanto para abajo como para arriba (o para adelante y para atrás, como más desees verlo). Ese acompañamiento que nos muestra un camino el cual no vemos a simple vista porque la vista periférica terminan siendo una habilidad desarrollable y no simplemente una parte más de nuestra naturaleza.
Y así me encuentro yo, empujado hacia lo bueno. Me siento impulsado, con la mecha prendida.
Así que, respondiendo a la pregunta, lo que nos hace pensar que podemos es la compañía que tenemos. Es verdad, hay más causantes. Pero los primeros detonantes son los compañeros de vida que en verdad quieren el bien en uno. Ellos que ponen tanto de sí mismo en uno que a la larga nos empujan lo suficiente para poder ser felices. Y creo que es ese el mejor regalo que le podemos dar: demostrarles que los escuchamos y que gracias a seguir sus consejos somos felices.

El sabio es feliz dando su sabiduría. El profeta quiere ser escuchado. El profesor quiere ser entendido. Y los compañeros de vida guardan cada una de esas habilidades y, sin duda, merecen una respuesta, merecen el doble de amor que nos entrega. Pero merecen ese amor sincero y sin prejuicios, sin rodeos, así sano, natural y sincero. Y como regalo, darles esa sonrisa que ellos mismos generaron en nosotros. Esa sonrisa que necesitaba ser reactivada. Esa que ahora me empuja a escribir esto con el mayor de los amores y afectos.

La alegría de poder devolver este cariño y hacer de esto el más lindo de los círculos viciosos. Un ida y vuelta continuo de escuchar, aconsejar y formar sonrisas. Después ser escuchado, aconsejado y volver a sonreír. Un vaivén de cariño que sólo se disfruta si despertamos.

viernes, 14 de junio de 2013

El poder sobre uno mismo (Sos tu propio dios)

Si la gente tomara consciencia del poder que tiene sobre uno mismo, no creería en otra cosa que no sea en sí mismo (valga la redundancia). Es que somos capaces de hacer hermoso el momento más desagradable de nuestras vidas así como también podemos arruinar lo precioso que la vida nos da. Transformamos todo a nuestro paso y con eso, nos transformamos a nosotros mismo. Por eso la gravedad de tener o no malos pensamientos, de poseer una mente vil, negativa, combativa, rencorosa, frágil y distraída. Todo decae en bajones, en pérdidas del juicio y en "autogenerarse" un malestar.

No tengo ni datos ni estadísticas de ningún tipo pero sé que muchas de las enfermedades que tiene la gente es porque se la genera a uno mismo. Así como también sé que muchos momentos negativos solo son causados por la hermeticidad de la mente que se empeña en solamente hacernos ver lo malo y sufrir de eso.

El poder controlarlo todo es posible. Con esto me refiero a que si hay algo que tiene que hacer otra persona para que funcione (véase el ejemplo de que la otra persona es la que tiene la última palabra y uno tiene que esperar la respuesta), nos tenemos que sentir satisfechos y contentos por nuestra acción, por ya haber hecho nuestra parte. El resto son hipótesis falsas que se arma la mente y ESTO puede ser muy peligroso a nivel de lastimarnos e inclusive hacernos enojar con la gente sin ningún tipo de justificativo más que nuestra imaginación mal usada. En resumen, el "hacerse la cabeza".

Así que en conclusión, tenemos el poder y el control sobre todo lo nuestro. El libre albedrío existe ya que nosotros podemos elegir, momento a momento, cómo vivir nuestra vida y cómo tomarnos las cosas a las cuales nos enfrentamos (si es que nos enfrentamos a ellas... pero ese es otro tema).

Es importante mirarnos, escucharnos a nosotros mismo. Pero escuchar TODO lo que nos tenemos para decir. No tomar decisiones a las corridas, analizar algunos sentimientos (aunque en verdad sería poder diferenciarlos y poder encontrar eso que realmente nos hace latir el corazón). Es un trabajo que podés (y deberías) empezar ahora mismo, en este momento mientras leés esto. Es algo que se aprende y se practica en cada respiro. Es algo que te va a liberar.

Esta es TU vida. Que nadie te diga lo contrario. Amate y vas a amar más que nunca. Amate (no confundir con egocentrismo ni soberbia) y vas a ser amado de una manera más real.


Si quisiera ponerle un dios a todo esto, diría que vos sos TU PROPIO DIOS.

jueves, 28 de febrero de 2013

Verdadero volador

Es verdad, puedo accionar y cambiar las cosas.

Puedo apagar algún interruptor para prender otros que no se encienden manualmente sino, solamente, a causa y efecto del apagado de los primeros.

Puedo estudiar cada centímetro de mis dudas, cuestionar hasta mis miedos o puedo estudiar cada centímetro de tu cuerpo y cuestionar por qué pierdo mi tiempo haciéndole caso a mis miedos.

También puedo no escuchar esa voz taladrante y hacer de ese taladro el martillo que me aferre al presente.

Es probable que me compre una máquina del tiempo y la destruya en miles de pedazos. ¿Para qué quiero volver si nada quiero modificar, si tampoco nada es modificable y, aparte, nada de eso me solucionaría algo? Tampoco quiero ir al futuro si ni siquiera viví el presente o, si se quiere, el devenir.

Soy consciente que descubrí una nueva habilidad y es la de hacerme mal. No muchos la tienen. Soy bastante especial. Cualquier cosa positiva de pleno gozo puede imaginarse de las peores de las maneras.

Pero también puedo crearlas y no vivirlas. Reírme de esas posibilidades que solo viven en mi cabeza pero que no son las que vivo. Las puedo escribir y que ese cuento de terror asuste a otros tanto como me puedo asustar yo.

Es sencillo decir todo lo que digo pero también resulta sencillo y lógico hacerlo. Diciendo, hablando y escribiendo, son maneras de accionar y apagar esos interruptores.

Interruptores que se apagan y se prenden. Por lo menos ahora son intermitentes y no un constante encendido. Interruptores que hacen justamente eso: interrumpir. Y éstos interrumpen una felicidad que es real y tangible pero que mi inventiva de avanzada puede aniquilar.

Cabe aclarar que me resulta interesante saber qué nos hace pensar que las cosas buenas no nos las merecemos. Será ese egoísmo o esa soberbia falsamente instalada en lo más profundo de algún inconsciente.

Quiero decir, nuestro inconsciente.

Puedo, puedo y puedo.

La acción en las películas es con balas y sangre.  La acción en mi vida es escribir, hablar, ayudar, saber quién soy y verme en esta felicidad como protagonista y no como espectador.

Sí, esto está pasando y sí, soy responsable.

Puedo sonreír pero no para fingir, no para creerme un falso héroe por sufrir y aparentarlo todo con una sonrisa.

Acá el héroe no tiene capa sino miedos. Y las capas molestan al vuelo. El héroe tiene una coraza de hierro. Y no puede ver el Sol y ni hablemos de moverse con comodidad.

Mi verdadera arma es la sonrisa sincera y la lágrima de la verdad del corazón.

Héroe sin capa y sin coraza, verdadero volador.

miércoles, 2 de enero de 2013

Ese mundo y la araña

Es complicado armar un mundo nuevo, funcional, con agua corriente para todos, electricidad y gas en cada casa, seguridad, protección y demás cosas que un lugarcito necesita para que todos vivamos bien. Lo increíble es que con esto uno puede pensar que es presidente o que alguien está jugando a un simulador en alguna consola o en la computadora. Pero no, existe un mundo construible exactamente dentro de cada persona.

Pasamos de una idea a algo más maravilloso que es esa idea hecha realidad. Miedo, ¿no? Acá no hay límites, no freno. Solo cuestas empinadas, curvas cerradas y todo un camino por recorrer y crear sobre la marcha. Lugares frondosos de miedo, sentimientos en estado de extinción, sombras muy oscuras y dominantes o, bien, amplios paisajes, aire puro, terreno dorado y amaneceres plenos de Sol y noches de hermosa Luna.

Tirar una piedra al río y hacer de eso un tsunami de placer. Mirar al cielo gris y hacerlo completamente celeste, prácticamente rozando el blanco puro llenando y poniendo la piel de gallina (esa sensación de extraño frío interno) hasta al más "duro".

Todo empieza cuando uno lee sobre algo, comenta de la vida a otra persona o simplemente la experiencia lo marca. ¿Pero de qué estamos hablando? Estamos hablando de algo concreto y real: de la creación de nuestro propio mundo, nuestro propio espacio.

A cada persona la noción de poder crearlo todo, le llega en determinado momento de sus vidas. No hay una edad, algo clave que nos lo haga ver. Pero sí, siempre está. Es más, cuando somos niños, eso es algo frecuente y nuestra mente trabaja de las miles de maneras que puede y crea e imagina miles de historias que vivimos y sentimos en cada momento. Pero algo pasa que nos hace cambiar poco a poco. Al principio, son los miedos a los monstruos, esos que nos sofocan y no nos dejan dormir con las luces apagadas. Esos que hacen que nuestros mundos imaginados sean más complejos, atareados, difíciles de armar con unos simples movimientos mágicos de nuestra imaginación. Algo se contamina dentro nuestro pero... ¿Hoy dormís con la luz prendida? Tal vez sí pero estoy seguro que algo se adaptó y esos miedos ya no son los mismos. Todo empezó a cambiar, algo pegó un giro y nuestros mundos se empiezan a alejar.

Crecemos, esa es la realidad. Crecemos, nos crecen los pelos, los granos, empiezan las tareas, responsabilidades y ese humano libre comienza a alejarse de su mundo para vivir e intentar crear en el mundo en el cual nos instalan. Eso no está mal (vamos, ya es parte del ciclo de la vida, no podemos quejarnos todo el tiempo de todo) pero lo que sí es grave no ver es que nuestro mundo solamente se desplazó pero nunca murió. Si, si, está ahí, lo seguís teniendo. Cerrá un rato los ojos, respirá profundo. ¿Qué ves? ¿Cosas para pagar? ¿En serio?

Volvamos a empezar: cerrá los ojos e imaginate a ese dragón enorme que escupe fuego, a ese auto yendo a toda velocidad, a esa serpiente enorme que con una espada la lográs combatir, a esos amigos del bosque que te esperan para jugar... Demasiado infantil, ¿no? Eso va a ser decisión tuya. Pero hay algo escondido en todo esto.

Podés o no tener amigos, pareja, familia, trabajo. Algo te puede o no faltar pero algo de todo eso pertenece a tu nuevo mundo. No, no somos esos niños... Mejor dicho, no somos los mismos. Ahora nuestra imaginación también crea situaciones tan realistas que generan proyecciones que... simplemente te atascan. ¡Qué tontería! Te ganó el primer dragón que vos solito imaginaste. Si tenés la opción de elegir tu vida, tu mundo, tu espacio, tus acciones... ¿por qué imaginarte esa araña que te da miedo y frena toda posibilidad?

Ya pasamos a un tercer nivel... darse cuenta que las cosas cambiaron, darse cuenta que nuestro mundo es nuestro y que lo creamos continuamente y, sobre todas las cosas, darse cuenta que sin querer creamos ese mundo de la manera que menos nos conviene, que ese monstruo que nos hacía dejar la luz prendida, volvió. Que las historias tenebrosas que nos contaban de niño y que no nos dejaban dormir, ahora se llama miedo a ser feliz, miedo a arriesgarse, salir herido y preferir no ser el héroe que combata al dragón, solo querer ser el que enseña a usar la espada pero no usarla.

Volvemos a empezar, es el ciclo natural de las cosas. Crecemos, somos más conscientes y ahora nos planteamos las mil y un posibilidades que nos hacen echar atrás. Somos constructores del mundo que queremos pero igual, sabiendo nuestra no limitación, nos limitamos.

Podemos ser felices, hacer felices a los demás y dejar que nuestra imaginación cree esa felicidad que nos rodea. Metas, logros, insistencia, perseverancia, fuerza, fe, locura, sonrisa. Todo ese combo sumado al llanto y al temor, crean nuestro espacio, nuestra vida.

Si no queda claro basta con solo mirarte. ¿Es esta la vida que querés? ¿Y si te digo que sos dueña de ella?

Volviste a ser un niño, un infante con la cabeza llena de imaginación. Eso que creás, se vuelve realidad, la vida te lo da en el momento justo, lo atraés a tu vida diaria, a tu mundo. Y aun así, la araña gigante te persigue en sueños, no te deja salir del callejón y preferís tirarle Raid desde lejos o correr de la habitación.

Y matando a los bichos, creás un mundo nuevo, funcional, con agua corriente para todos, electricidad y gas en cada casa, seguridad, protección...