Es verdad, puedo
accionar y cambiar las cosas.
Puedo apagar algún
interruptor para prender otros que no se encienden manualmente sino, solamente,
a causa y efecto del apagado de los primeros.
Puedo estudiar cada
centímetro de mis dudas, cuestionar hasta mis miedos o puedo estudiar cada
centímetro de tu cuerpo y cuestionar por qué pierdo mi tiempo haciéndole caso a
mis miedos.
También puedo no
escuchar esa voz taladrante y hacer de ese taladro el martillo que me aferre al
presente.
Es probable que me
compre una máquina del tiempo y la destruya en miles de pedazos. ¿Para qué
quiero volver si nada quiero modificar, si tampoco nada es modificable y,
aparte, nada de eso me solucionaría algo? Tampoco quiero ir al futuro si ni
siquiera viví el presente o, si se quiere, el devenir.
Soy consciente que
descubrí una nueva habilidad y es la de hacerme mal. No muchos la tienen. Soy
bastante especial. Cualquier cosa positiva de pleno gozo puede imaginarse de
las peores de las maneras.
Pero también puedo crearlas
y no vivirlas. Reírme de esas posibilidades que solo viven en mi cabeza pero
que no son las que vivo. Las puedo escribir y que ese cuento de terror asuste a
otros tanto como me puedo asustar yo.
Es sencillo decir
todo lo que digo pero también resulta sencillo y lógico hacerlo. Diciendo,
hablando y escribiendo, son maneras de accionar y apagar esos interruptores.
Interruptores que se
apagan y se prenden. Por lo menos ahora son intermitentes y no un constante
encendido. Interruptores que hacen justamente eso: interrumpir. Y éstos
interrumpen una felicidad que es real y tangible pero que mi inventiva de
avanzada puede aniquilar.
Cabe aclarar que me
resulta interesante saber qué nos hace pensar que las cosas buenas no nos las
merecemos. Será ese egoísmo o esa soberbia falsamente instalada
en lo más profundo de algún inconsciente.
Quiero decir, nuestro
inconsciente.
Puedo, puedo y puedo.
La acción en las
películas es con balas y sangre. La
acción en mi vida es escribir, hablar, ayudar, saber quién soy y verme en esta
felicidad como protagonista y no como espectador.
Sí, esto está pasando
y sí, soy responsable.
Puedo sonreír pero no
para fingir, no para creerme un falso héroe por sufrir y aparentarlo todo con
una sonrisa.
Acá el héroe no tiene
capa sino miedos. Y las capas molestan al vuelo. El héroe tiene una coraza de
hierro. Y no puede ver el Sol y ni hablemos de moverse con comodidad.
Mi verdadera arma es
la sonrisa sincera y la lágrima de la verdad del corazón.
Héroe sin capa y sin
coraza, verdadero volador.