martes, 22 de octubre de 2013

Me hacen feliz

Siento esas ganas enormes de escribir. Ese impulso loco que me domina y hace que mis dedos se muevan al compás de todo lo que mi cabeza piensa pero con una peculiaridad muy grande y es que no solo pienso, también siento.
Llegué a una etapa de mi vida en donde los sentimientos se vuelven pensamientos y no así al revés. Llegué a esa etapa dónde uno quiere estar para avanzar sin detenerse. Es ese momento exacto en el que te ideás las cosas por el simple hecho de que te hace bien y tenés la corazonada de hacerlas posibles.

¿Qué nos hace pensar que podemos?

Supongo que la compañía ahí tiene un poder enorme. La capacidad que tiene el resto de empujarnos tanto para abajo como para arriba (o para adelante y para atrás, como más desees verlo). Ese acompañamiento que nos muestra un camino el cual no vemos a simple vista porque la vista periférica terminan siendo una habilidad desarrollable y no simplemente una parte más de nuestra naturaleza.
Y así me encuentro yo, empujado hacia lo bueno. Me siento impulsado, con la mecha prendida.
Así que, respondiendo a la pregunta, lo que nos hace pensar que podemos es la compañía que tenemos. Es verdad, hay más causantes. Pero los primeros detonantes son los compañeros de vida que en verdad quieren el bien en uno. Ellos que ponen tanto de sí mismo en uno que a la larga nos empujan lo suficiente para poder ser felices. Y creo que es ese el mejor regalo que le podemos dar: demostrarles que los escuchamos y que gracias a seguir sus consejos somos felices.

El sabio es feliz dando su sabiduría. El profeta quiere ser escuchado. El profesor quiere ser entendido. Y los compañeros de vida guardan cada una de esas habilidades y, sin duda, merecen una respuesta, merecen el doble de amor que nos entrega. Pero merecen ese amor sincero y sin prejuicios, sin rodeos, así sano, natural y sincero. Y como regalo, darles esa sonrisa que ellos mismos generaron en nosotros. Esa sonrisa que necesitaba ser reactivada. Esa que ahora me empuja a escribir esto con el mayor de los amores y afectos.

La alegría de poder devolver este cariño y hacer de esto el más lindo de los círculos viciosos. Un ida y vuelta continuo de escuchar, aconsejar y formar sonrisas. Después ser escuchado, aconsejado y volver a sonreír. Un vaivén de cariño que sólo se disfruta si despertamos.